domingo, 10 de mayo de 2020

Jaque Mate Capítulo XXVI Parte II




Jaque Mate  Capítulo XXVI Parte II

Otto, que se había quedado fuera del edificio, con la intención de impedir que alguien pudiera escapar, escuchó el disparo. El sonido no correspondía a ninguna de las armas que portaban sus hombres. ¿Qué estaba pasando?
Mientras decidía que hacer, un vehículo, aún con las luces encendidas, emergió por el camino de entrada al aparcamiento. Otto retrocedió ocultándose y escondiendo su arma.
Del coche, una mini furgoneta, se apearon dos personas, un hombre joven y una mujer de mediana edad. Ella ya llevaba puesto un delantal y él con la chaqueta de recepcionista. Llegaba el personal del turno de día.
De repente, Otto cayó en la cuenta de lo tarde que era y que era casi de día. Retrocedió aún más, tratando de esconder el fusil del ex-cabo Friederik y esperó la oportunidad para salir de allí. Tenía que llegar a su coche y advertir a sus superiores de lo ocurrido. Todo había resultado una enorme chapuza y… la misión un completo fracaso. Aterrado por las consecuencias, le asaltaron las dudas. Temía una reacción expeditiva del ex-general Brackhane. ¿Les informo?, ¿desaparezco?. Subió a la furgoneta y… se quedó allí, pensando qué hacer. Minutos después, el ulular de los vehículos de la Policía y la ambulancia, le alertó de que tenía que salir de aquella zona inmediatamente. Eran las 6:30
Mientras conducía el coche en dirección al anterior domicilio de Frangenberg, Otto que, cuando tenía que enfrentarse él solo a algo o a alguien, no era mas que un jodido cobarde, evaluaba la situación. Si finalmente el Gobierno tenía acceso a los datos que se revelaban en aquella maldita documentación, y teniendo en cuenta la investigación que presuntamente, el equipo de Wiese estaba llevando a término, (asesinatos , secuestro y mutilación incluidos) él mismo sería detenido y procesado. No iba a escapar de una muy larga condena. Además, en los papeles encontrarían, además del suyo, los nombres de Weinbergen, Brackhane, Welauer, y del mismísimo Kurt Vogel, padre de Helmut y al que su francotirador acababa de abatir (y que ya lo daba por muerto) hacía tan solo unos minutos.
Por otro lado, temía la ira de Brackhane y, sus expeditivos métodos para neutralizar a todo aquel que el ex-general consideraba prescindible, reincidente en fracasos (como el que acababa de ocurrir) o un estorbo para sus objetivos. Otto, tenía la certeza de que en sí mismo concurrían, si no todas, varias de esas circunstancias.
Pensaba, evaluaba e imaginaba su inmediato futuro y… en la siguiente intersección, giró bruscamente el volante y condujo y condujo, sin rumbo fijo, pero… siempre en la dirección opuesta al lugar donde Brackhane y Frangenberg le estaban esperando, tras su alarmante llamada, efectuada desde una cabina, en cuanto tuvo la certeza de “su” sonoro fracaso y de la imposibilidad de recuperar los documentos.
Los empleados del hotel, alarmados al descubrir la puerta principal forzada y los cristales rotos, corrieron hacia el interior del hotel.
Dentro, el recepcionista horrorizado, halló el cadáver de su colega, mientras que la camarera de pisos, encontraba al francotirador Friederik Völzow, inerte y sobre un charco de sangre, al pie de la escalera.
Mientras esto ocurría, apareció Lluís, empuñando una pistola. Asustados, los empleados trataron de huir. Lluís, guardó su arma y trató de tranquilizarles.
– No teman, no voy a hacerles daño. Unos hombres han asaltado el hotel y han tratado de matarnos. Hay que llamar a la policía y a una ambulancia de inmediato. Hay un hombre malherido en la habitación 212.
Como las líneas estaban cortadas, el empleado del hotel, corrió a una cafetería cercana y llamó a la policía, pidiendo que enviasen una ambulancia con urgencia.
Lluís volvió a la habitación 212. Fue directamente al baño, en cuyo falso techo, había escondido la bolsa con los documentos de la trama. La cogió y se la colgó al hombro.
Sabine trataba de despertar a su padre, taponando, a duras penas la grave herida de su hombro. Helmut se estaba muriendo.
A las 6:25 de la mañana, el teléfono de la casa del comisario, sonó, sobresaltando a un somnoliento Klaus. Desde la comisaría, le informaron someramente de lo ocurrido. Se vistió rápidamente y se encaminó hacia la puerta. Antes de llegar, el timbre del teléfono volvió a sonar. A regañadientes regresó y dijo: ¿Qué pasa ahora?
Le informaban de la llamada que un vecino suyo había hecho, advirtiendo de la presencia de merodeadores cerca de su propia casa y que una patrulla estaba en camino. Cerró la puerta y corrió al garaje. En unos minutos estaría en el Lindner Park. Pensaba en Helmut... “Es un buen tipo”.   Se dijo, mientras aceleraba su Audi.
Cuando llegó al hotel, unos paramédicos trasladaban una camilla con el cuerpo, aún con vida, de Helmut. Sabine caminaba a su lado, con las manos ensangrentadas. Los enfermeros le impidieron subirse a la ambulancia. Lluís (con una bolsa colgada al hombro), la cogía  de los brazos, y trataba de tranquilizarla.
  *Nota del autor: Hay que decir que, durante la mayor parte de los años de la ocupación aliada, Alemania pudo fabricar solo ciertas armas, y fue esta una de ellas, aunque con la supervisión del ejército francés

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