Jaque Mate Capítulo XXIII
Capítulo XXIII
Hamburgo, viernes, 22 de septiembre 05:15
de la mañana: El teléfono de la habitación 210 del Lindner Park-Hagenbeck sonó sobresaltando a Lluís.
Este, despertó a Sabine, acercándole el auricular.
Klaus: Tenemos
noticias y… casi todas malas. Los secuestradores de Inga han puesto sobre la
mesa sus innegociables condiciones: Quieren TODO el material que te fue entregado
por el anónimo informante. Saben lo de la plantilla y… advierten que (suponen
que ya has debido conseguir averiguar algún nombre) ante la más ínfima sospecha
de que te has quedado con un solo dato, nombre, ubicación, etc. Recibirás la
mano que hace juego con la que llegó ayer a la comisaría. Escucha atentamente:
Tienes que estar en el punto de encuentro en dos horas, a las siete. Coge TODA
la documentación, métela en una bolsa de deportes. Nosotros no podemos
arriesgarnos siquiera a que sospechen que vamos a estar cerca de ese lugar.
Tenéis que ir, tú y tu novio, a Sankt Pauli, a la boca norte del viejo túnel
bajo el Elba (1). Tenéis que cruzar el túnel a pie. Más o menos a unos 150
metros en dirección sur, a la derecha, hay una portezuela en la que se ubica un
extintor y un interfono de emergencia. Tenéis que estar allí a las siete en
punto y esperar instrucciones. Yo tendré hombres apostados cerca de ambas bocas
del túnel, aunque… no podemos arriesgarnos y tendrán que estar camuflados y
lejos del punto señalado. Poneos en marcha y haced cuanto os digan, pero… no
entreguéis los documentos sin haber visto a Inga. Exigidles que la queréis ver
antes y… entera. Estaremos vigilando todos vuestros movimientos, mientras ello
sea posible. Bajo el Elba. ¡¡¡ Menudos hijos de puta !!!
Por otro lado, la investigación que se
estaba llevando sobre el coche y el albino, seguía su curso. Se escrutaba cada
dato que pudiera llegar al télex de la Central de Policía, desde cualquier
parte del país.
Un dato suelto había llamado la atención
de uno de los investigadores: La policía de un pequeño lugar del norte de
Baviera, llamado Schlüsselfeld, había informado de que unos recolectores de
setas habían encontrado en un bosque cercano, el cadáver de un hombre, con un
disparo en la cabeza, sin identificación alguna, pero… en uno de los bolsillos,
llevaba una tarjeta de un hotel del Tirol, más concretamente del Pitztalerhof
de Wenns. Estaban a la espera de recibir los resultados de la autopsia, así
como del informe de la policía de Solingen. En un par de horas estarían a las
puertas del despacho del director Weinbergen. Seguro que no tendría una fácil
explicación para lo del Volvo Negro.
Habían llamado al hotel Piztalerhof y…
les habían confirmado la estancia, el 19 de septiembre, del albino y otros dos
hombres. Se registraron bajo el nombre de Heinz Branderhaus. Uno de los hombres
tenía un fuerte acento polaco el otro era albino y tenía un acento raro.
Decenas de hombres y mujeres estaban investigando esta pista.
No había nada que discutir. Tenían que
tratar de salvar la vida de Inga, a cualquier coste. Lluís miró el reloj: las
5:55. Se ducharon y bajaron a desayunar, pero… el comedor no abría hasta las
7.00. “Es igual, tomaremos algo de camino”, dijo Lluís (que ahora parecía estar
más participativo e incluso, a veces, parecía estar al mando), al tiempo que
pedía al recepcionista que llamase a un taxi (ellos, habían visto el Audi verde, y no convenía darles pista
alguna) Estaban a poco más de veinte minutos del Túnel bajo el Elba.
Dejaron una escueta nota bajo la puerta
de la habitación 209. “Papá, hemos tenido que salir a entregar los papeles para
salvar a Inga. Tenemos que estar en el punto del intercambio a las 7. Te
llamaré en cuanto tenga noticias” Sabine
A las 6:13 un taxi se detuvo ante la
entrada principal del Lindner Park. Lluís y Sabine estaban ya en la puerta y… Lluís
había estado inspeccionando en el callejero, impreso a una escala muy grande y
con muchísimos detalles. Quería saber dónde se iban a meter. Usando su
rudimentario alemán le soltó al taxista: “Davidstrasse Nummer Drei”,”Zur
Scharfen Ecke”. Sabine no pudo reprimir una risita. La taberna Zur Scharfen Ecke, (La Esquina aguda o
afilada) estaba a tan solo unos 100 metros de la boca norte del Túnel,
pero…, en una discreta callejuela, en pleno barrio chino, entre la Reeperbahn y
el rio. A esas horas había poco tráfico y el taxi callejeó con rapidez los
escasos 8 km. hasta la mencionada taberna. A las 6:38, el taxi les dejó en la
esquina de Davidstrasse con la Bernhardt Nocht Strasse. El local, que era de
los pocos de la zona que abrían tan temprano, ya contaba con numerosos
clientes, Trabajadores del Túnel, de las oficinas de la Autoridad Portuaria,
vendedores de un mercado cercano… parecía un sitio muy popular.
Pidieron el menú de desayuno popular que
se publicitaba en un panel a la puerta del bar. En pocos minutos apareció una
camarera con una jarra de café y otra de leche. Un minuto más tarde regresó
sonriente con dos bandejas repletas de comida. Huevos pasados por agua, quesos
de 3 o 4 clases, jamón ahumado, salchichas de dos clases y un surtido de
fiambre. Panecillos recién horneados y unos bollos rebozados en azúcar. La
camarera, mirando con descaro la cara de asombro de Lluís, con una amplia
sonrisa le espetó: “Si no te lo comes
todo, se lo diré al cocinero y… este no será tan amable como yo, guapo”.”Son
4,50 cada uno” Sabine rió (por segunda vez aquella mañana) y le tradujo a
su novio lo que había dicho la fresca y lozana camarera.
Trasegaron la mayor parte de las viandas
y Lluís, que no cesaba de mirar el reloj cada 3 minutos, se levantó para ir al
mostrador a pagar, pero… la camarera se le puso delante y, con una nueva y más
amplia sonrisa, le dijo: “No te irás sin
despedirte, guapo” y… acercándose al oído, le susurró: “Cuando te aburras con la flacucha esa, ven a desayunar cuando
quieras, paga la casa”. Lluís, un tanto perplejo, se giró buscando los ojos
de Sabine (que estaba muerta de risa) y le dio un billete de 10 marcos a la
mujer.
Las 6:50. Salieron del Stube, cogidos de la mano y se dirigieron a la puerta del túnel.
Junto a otras 4 personas subieron al viejo ascensor de madera y el operario
bajó una gruesa puerta de guillotina, de madera y con un par de ventanucos de
cristal. El ascensor, muy lento, tardó casi tres minutos en detenerse. Salieron
casi directamente al mismo túnel. Otro ascensor-montacargas bajaba los
vehículos que iban a cruzar el rio.
Estos, hacían cola en la calle salían del montacargas y, al llegar abajo,
enfilaban el túnel de inmediato, uno tras otro. Todo ello en un casi
antinatural (sobre todo para un español) y absoluto silencio.
Tomaron la acera de la derecha y echaron a andar
hacia el interior del túnel. Aunque Lluís no había podido evitarlo y había
estado escrutando y oteando las esquinas y azoteas de los edificios cercanos,
no había conseguido ver ni uno solo de los hombres del comisario. ¿Estaban
ahí? Llegaron al pie de la portezuela
indicada, miraron en ambos sentidos y… eran exactamente las seis y cincuenta y
ocho. Durante la espera, tan solo un par de personas pasaron por la otra acera
y los conductores de vehículos apenas si se fijaron en ellos. A las siete en
punto, sonó el ronco timbre del interfono: Se miraron el uno al otro y… Sabine
presionó el botón rojo que había bajo un pequeño altavoz.
Una voz grave y
sin acento definido salió a través del altavoz: “Escuche y no hable hasta que
se le pregunte”
–
Pe, pe, pero, no les daré nada si no veo antes a Inga.
– No
se preocupe por ello, la va a ver ahora mismo. Y… no vuelva a interrumpirme.
Sigan caminando hacia el sur, hacia la salida del túnel. A unos 100 metros,
crucen a la otra acera. Hay una puerta de hierro con la llave puesta en la
cerradura. Abran, pasen al otro túnel por el que discurre el tráfico en
dirección norte, vuelvan a cerrar la puerta con llave y dejen la llave puesta
en la cerradura. Caminen hacia el norte hasta encontrar la hornacina con el
interfono y el extintor. Estén atentos al interfono. No se les ocurra tratar de
salir a informar a la policía y... si les han puesto micrófonos, pueden
quitárselos, a esta profundidad no sirven para nada. Un paso en falso y su
amiga, que está aquí en el túnel, no saldría viva.
Siguieron las
instrucciones al pie de la letra y en unos minutos estaban delante del
interfono. De nuevo sonó la cascada bocina. Sabine se apresuró a presionar el
botón. La voz de Heinz volvió a escucharse a través del anticuado interfono
–
Buenos chicos
–
¿Dónde está Inga? ¡¡ No cuente con nada si no la veo antes !!
--
Cállese. Le repito que no me vuelva a interrumpir. En unos instantes pasará un Mercedes-Benz 450 SE, de color azul oscuro y con
matrícula HH-05542. No puede detenerse, pero pasará muy despacio. Entréguele al
conductor la bolsa con los papeles, que no falte ni la plantilla ni lo que haya
podido descifrar hasta ahora. En los asientos traseros estará Inga. He dado
instrucciones para que la dejen bajarse antes de que el coche entre en el
montacargas. Solo tienen que andar hasta el lugar por el que entraron al túnel
y recogerla. Recuerden que si dan un paso en la dirección incorrecta…, si la
cogimos una vez, podemos volver a cogerla. Un minuto desde ahora. Ah, y… no os
molestéis, la matrícula del coche es
falsa.
Los sesenta segundos se les antojaron 60
minutos, pero… al minuto exacto apareció el Mercedes Azul. Lustroso e
inmaculado como recién salido de la cadena de montaje. El coche se movía muy
despacio, por debajo de la velocidad máxima (30 km/hora) permitida dentro del
túnel. Al llegar a donde estaban Lluís y Sabine, Armin, alargó el brazo desde
la ventana trasera izquierda y casi le arrancó de las manos a Lluís la bolsa de
deportes que contenía las pruebas de la conspiración. El chófer, apretó el
acelerador alejándose de ellos rápidamente. Sin ellas no tenían nada. No sabían
qué, ni quién, ni cuando iba a perpetrarse el supuestamente incruento golpe de
estado. No tenían prueba alguna de la identidad de la gente que estaba detrás
de la conspiración. Sin esos papeles, el Gobierno Socialdemócrata de Willy
Brandt no podía hacer absolutamente nada. Todo estaba perdido.
En la parte de atrás, Inga, que estaba
sedada, permanecía casi estática, junto a un Armin distinto, con la cabeza
rapada y vistiendo una gorra de visera. El hombre albino, casi la tuvo que
obligar a mirar en la dirección que se encontraban Lluís y Sabine. Al verlos,
Inga reaccionó e intentó gritar, sin éxito. Sabine y Lluís echaron a correr,
con evidente desventaja, tratando de alcanzar al Mercedes. Estaban a más de 300
m. de la boca norte. No tenían muchas esperanzas de recuperar a Inga sana y
salva.
Heinz, acompañado por una prostituta que
había contratado a propósito para no levantar sospechas, observaba, toda la
escena, desde la cercana acera de enfrente… y no lejos del otro interfono,
desde el que había transmitido las instrucciones a la pareja. Sonrió y… echo a
andar hacia la salida sur.
Casi sin aliento, llegaron a las puertas
del ascensor y… No veían a Inga por ninguna parte. “Nos la han jugado”--pensó Lluís--.
Presionó el botón de llamada del ascensor. Al abrir la puerta el empleado,
encontraron a Inga en un rincón de la caja del ascensor, sentada en el suelo y
como ida. En el lugar que antes estaba su mano izquierda, lucía un vendaje
cubriendo el muñón. Al verles, dio un brinco y se abalanzó sobre Sabine.
Sollozaba, reía y lloraba sin parar. ¡ Estaba viva !
(1).
Nota del autor
El
viejo túnel bajo el Elba, abierto en 1911 y hecho famoso años más tarde en la
novela “The Odessa File”, de
Frederick Forsythe, publicada en 1972, llevada al cine en 1974 por Ronald Neame
y protagonizada por Robert Vaughn y Maximilian Shell, era entonces un lugar muy
transitado por los habitantes de ambos lados del Elba, el popular Sankt Pauli,
con su no menos famosa Reeperbahn, palabra
del Plattdeutsch (bajo alemán) que
significa algo así como “Calle de la cordelería”, denominada
así desde el siglo XVII, dado el gran número de talleres de fabricación de
cuerdas y maromas que allí se elaboraban a fin de abastecer a la ingente
cantidad de barcos que atracaban en el estuario de la hanseática ciudad del Elba.
Uno de los mayores puertos del mundo.
Sin
embargo, la Reeperbahn es conocida
mundialmente por su “Red District” o “Barrio Chino”, como se denomina en
castellano el barrio que acoge, desde hace muchas décadas, una de las mayores
concentraciones de prostíbulos, salas de striptease, cabarets, teatros y
restaurantes del planeta. Una de las calles adyacentes a la Reeperbahn, se denomina “Liebe
Strasse”.(Calle del Amor) Y no es ninguna broma. El ingreso a la calle, protegida por una especie de burladero,
o barrera, y con un cartel que advierte a los menores de la prohibición de
acceso. En la “Liebe Strasse”, las prostitutas se exhiben en ropa interior en
los escaparates que dan a la misma calle, sentadas en un diván o recostadas en
una cama que se vislumbra a través de unos vaporosos .visillos Algunas casas incluso mostraban un cartel
informando del precio de los servicios que ofrecen. En la actualidad dicha
práctica parece estar en desuso
Arriba, Klaus se impacientaba. Instalado
desde las 6:30 de la mañana, en una oficina de seguros, de la Hafenstrasse,
ubicada en la última planta de un magníficamente restaurado edificio del XIX,
erigido sobre un promontorio, revestido con ladrillos rojos y con decenas de
ventanas de madera laqueada en blanco. Justo enfrente de la puerta norte del
túnel. Hoy es la sede del Deutscherwetter
Dienst (Servicio Nacional de Meteorología). Desde su posición, podía ver,
sin dificultad a todo aquel que entraba o salía por esas puertas, Klaus Wiese,
bramaba echando maldiciones. No habían podido hacer otra cosa que esperar
acontecimientos. Meter a alguno de sus hombres dentro del túnel hubiera sido
muy peligroso, teniendo en cuenta los métodos
de la gente que tenía a Inga
Tanto en una entrada como en la otra, dos
policías, disfrazados de empleados del túnel y con un transmisor, estuvieron
pendientes de todo lo que entraba y salía. Nadie podía haber sospechado que, en
un Mercedes azul y con la matrícula falsa, sentados en la parte de atrás, una
pareja de jóvenes parecía retozar y que el chófer, que incluso llevaba una
gorra de plato. Miraba hacia adelante, impasible y echando miraditas a través
del espejo retrovisor
Frustrado, Klaus no hacía más que mirar
el reloj. A las 7:23 h, se oyó el chasquido de un intercomunicador: “Herr
Komisaar”… “Acaban de aparecer los tres en el ascensor de la boca norte del
Túnel. La chica secuestrada parece estar bien”.
Wiese: Tráiganlos
aquí de inmediato y desmonten el dispositivo de vigilancia. Que todo el mundo
vuelva a la Central. Ya me encargo yo de ellos.
Por seguridad, casi nadie sabía lo del
Hotel donde la pareja había pernoctado y Klaus prefería que esa circunstancia
se mantuviese así.
Tras relatar a Klaus lo acontecido dentro
del túnel, éste recordó de inmediato el Mercedes 450 SE, casi totalmente nuevo
que había salido del túnel unos minutos antes. Maldijo en arameo. Se había
fijado en el por el modelo. Cuando salió al mercado, en pasada primavera,
mostró su interés a un concesionario, pero… recordó que quedaba fuera de su
alcance.
Klaus: Lo primero
es llevar a Inga al hospital. Han de ver esa herida y hacer cuanto puedan por
ella. Pondré dos agentes de vigilancia hasta que le den el alta. Después
asignaré vigilancia continua 24 horas.
Sabine llama a
sus padres y les informas de todo. Y que ya les avisarás de cuándo podrán ir al
hospital a ver a su hija.
Sabine hizo la llamada y después llamó
también a Helmut al hotel. Le dijo que todo había salido bien y que pronto
estarían de vuelta.
Fueron directamente al Bundeswehrkrankenhaus. Hamburg (Curiosamente
muy cerca de la calle donde tenía su piso Inga y de donde fue secuestrada).
Era, en aquel tiempo uno de los más vanguardistas hospitales de toda Alemania.
El Bundeswehrkrankenhaus, era pionero
en reimplantes de miembros amputados y, aunque ya habían transcurrido casi 32
horas desde la amputación, y esa era una técnica muy novedosa**, Klaus quería
que al menos lo intentaran. Por ello, había ordenado que conservaran en hielo
la mano amputada de Inga y la enviaran al Hospital.
**
Nota del autor
Aunque
el primer cirujano en reimplantar con éxito un miembro amputado, concretamente
un brazo, fue el norteamericano Ronald A. Malt, Jefe de residentes del Hospital
General de Massachussets, el 23 de mayo de 1962, justo hacía 10 años, fue el
ecuatoriano Roberto Gilbert Elizalde, de la Clínica Guayaquil, Ecuador que
reimplantó con éxito la mano derecha de un marinero de treinta y dos años que
había sufrido la amputación ocasionada por la explosión de una granada. Fuente:
Artículo de Jaime Gómez González. Director
Emérito Instituto. Neurológico de Colombia. Miembro Fundador de la Sociedad.
Colombiana de Historia de la Medicina
A eso de las 9:30, tras dejar a Inga al
cuidado del director del nuevo equipo de implantes del hospital, salieron hacia
la Central de Policía. Klaus había prometido a Sabine que le mostraría el
paquete recibido, la foto y la nota. Estaba custodiado por su hombre de
confianza. Además, Sabine quería ponerse en contacto con Michaela Schröder.
Tenía curiosidad por saber qué tenía que decirle.
Sabine volvió a llamar a su padre,
pidiéndole que acudiese a la comisaría de Klaus. Allí recibiría información de
todo, tanto de las buenas como de las malas noticias.
Al volante del Mercedes 450 SL, estaba Andreas
Bruckheimer. Hombre de confianza y conductor personal del ex general Gerhardt
Brackhane. Ni Gerhardt ni Otto estaban dispuestos a permitir el más mínimo
error. Por tanto, se habían implicado personalmente en la operación del
intercambio de la chica por los documentos.
Cuando el ascensor que portaba el vehículo se
detuvo, Andreas lo condujo suavemente a la calle, girando a la izquierda, por
la St. Pauli Landungsbrücken, hacia el oeste, hasta llegar al “Brücke 10”.
Andreas acercó el Mercedes al muelle, junto a un transbordador que estaba a
punto de zarpar. Un operario, retiró la cadena que impedía el paso, al tiempo
que recogía de Andreas, un sobre y se lo guardaba de inmediato. Tras pasar el
coche, puso de nuevo la cadena en su lugar e hizo señas inequívocas al puente
del barco. Este, hizo sonar una sirena y zarpó rumbo al otro lado del rio.
Tras un corto recorrido, el ferry atracó en el lado sur del rio, el tiempo justo para que el
Mercedes de Gerhard Brackhane desembarcase. Durante ese breve período de
tiempo, Andreas abrió el maletero, cogió un destornillador y sustituyó la falsa
matrícula por la auténtica. Rápidamente se dirigió a un aparcamiento situado no
lejos de la boca sur del Túnel, en la Hermann Blohm Strasse. Allí se encontraba
esperando Heinz, ya sin la prostituta, a la que había despedido nada más salir
a la superficie. La muchacha se fue muy contenta. Nunca se había ganado 200
marcos por hacer casi nada. Solo acompañar un rato a un tipo malcarado y
siempre de mal humor.
Heinz, tras mirar a Andreas y el reloj, se introdujo
en el coche, tomó la bolsa, la abrió y examinó su contenido. Andreas, sin decir
palabra (no le gustaban aquellos tipos ni un ápice) arrancó y se encaminó hacia
el piso que, Benjamin Frangenberg había alquilado al ser nombrado nuevo
director del Hamburger Abendblatt.
El amplio piso estaba en el 2 de la Neustädter
Strasse, muy cerca de la sede del periódico. Tenían una importante reunión con
personajes muy importantes de ODESSA.
A pesar de la hora, 08:35, no les tomó más de 20
minutos llegar. El edificio del número 2 era de reciente construcción, como
casi todo el barrio financiero en el que estaba enclavado. Un magnifico piso de
unos 200 m2, con amplios ventanales que daban a un cercano parque. Andreas
introdujo el coche en el garaje subterráneo, subieron al ascensor y, mediante
una llave, Andreas movió el ascensor a la segunda planta, apartamento 2-C
Una vez dentro de la casa. Andreas casi ordenó a
Armin que esperase en una salita que había a la izquierda del recibidor. Heinz,
que caminaba con la bolsa de deportes como adherida a su cuerpo, siguió al
chófer hasta una amplia y confortablemente amueblada sala de estar de más de 70
m2. La enorme mesa de comedor acogía ya a todo el Comité de Crisis de la
operación NEUESTROJANPFERDES. Gerhardt Brackhane, Fritz Weinbergen, Otto Gruber
y Hans-Johakim Welauer
Gerhardt no esperó ni a que estuvieran todos
sentados.
Señores: Hemos estado al
borde del abismo, pero… al parecer se ha podido sellar la fuga de información
¿Heinz?
Muéstrenos lo que nos trae
Heinz puso la bolsa sobre la mesa, la abrió y
extrajo una carpeta azul, de las que se cierran con gomas, con el dibujo de un
caballo de Troya en la tapa. Contenía varios microfilmes, la plantilla para
descodificar los documentos y un bloc con hojas amarillas y cuadriculadas,
repleto de notas, nombres, nombres de empresas, etc.
Sabine había añadido una nota, escrita de su puño y
letra:
Esto es todo cuanto, hasta ahora he
podido descifrar. Como podrán comprobar no era mucho, pero… el que realizó la
encriptación o cifrado de los datos, hizo un buen trabajo. Les prometo que la
carpeta contiene toda la documentación que me entregaron y todo lo que pude
descubrir en ellos. He cumplido mi palabra. Por favor no hagan más daño a mi
amiga.
Sabine Vogel
Otto: Bien, esta es la
tercera y última copia de los documentos robados a ODESSA. Se supone que, una
vez destruidos estos documentos, podremos seguir con nuestros planes
Las copias que obtuvimos en
la caja del Hamburger, así como la que se había llevado Steinberg a su casa, ya
han sido destruidas. Yo, personalmente las quemé en la chimenea de mi casa.
Luego haré lo mismo con lo que nos ha traído Heinz. Muerto el perro…
Otto, se dirigió directamente a Heinz:
Sr. Branderhaus, ha hecho usted un buen trabajo, a
pesar del clamoroso error que cometió con el frustrado asalto al vehículo de la
periodista. En el maletín que tiene bajo la mesa, está lo convenido mas una
importante gratificación. Ahora, le ruego que nos deje. Tenemos que tratar de
muchas e importantes cosas. Le llamaré en breve. Tengo trabajo para usted.
Buenas noches, dijo… levantándose e indicando a Heinz el camino de salida.
Heinz cogió el maletín y se levantó. Andreas,
advertido, ya había sacado a Armin de la salita donde esperaba y le había
conducido a la puerta.
La noche anterior, Heinz había aparcado su coche, un
viejo Porsche 911 Classic, de 1964. 3.2 l y 231 caballos, en el sótano del
edificio. Le apasionaba ese tipo de coche deportivo y se gastaba su generoso
salario en esa afición.
Subieron al coche y salieron del garaje. Irían a la
pensión donde habían pernoctado y repartirían el bien ganado dinero. Se sentían
satisfechos. Armin, que llevaba el maletín sobre sus rodilla y lo sujetaba con
ambos brazos, como un náufrago su último recurso, le sugirió que fuesen primero
a comer algo.
Como la pensión se encontraba cerca de la
Reeperbahn, en la Seilerstrasse, decidieron que comerían algo en las
inmediaciones, antes de subir a la habitación. Mientras callejeaban por las
angostas calles del barrio histórico (o lo que quedaba de él, a pesar de las
costosas restauraciones), Armin no pudo resistir la tentación e intentó abrir
el maletín, pero… algo iba mal. Los pestillos no saltaban y… no había mecanismo
de combinación. Heinz le regañó, pero (el también estaba ansioso por tocar su
dinero) metió la mano en el bolsillo, sacó una diminuta llave y se la pasó al
Albino.
Armin introdujo la llave en la cerradura de la
derecha y…el muelle saltó, liberando el pestillo. Repitió la operación con la
cerradura de la izquierda, liberando el segundo pestillo, justo cuando el
Porsche se encontraba detenido en una intersección con un STOP, en la
confluencia de la Budapester
Strasse y la Simon Von Utrech Strasse. Con ambas manos levantó la tapa del
maletín. Sonó un “clic” y… La explosión lanzó partes de ambos hombres a decenas
de metros del lugar en el que se encontraba el coche. La blanca cabeza del
albino, junto con un buen trozo de su torso, fue a parar junto a una parada de
autobús que había al principio de la calle dedicada a Simon Von Utrech., dando
un buen susto a las cuatro o cinco personas que esperaban bajo la marquesina El
explosivo plástico concentrado de última generación, y camuflado en el doble
fondo del maletín hizo su trabajo muy eficientemente, sin generar una onda
expansiva más allá de los 6 o 7 metros del lugar de la explosión. De haber
explosionado en un lugar cerrado y con mucha gente, hubiera sido una masacre.
La parte superior del cuerpo de Heinz, incluyendo uno de sus brazos y la
cabeza, salieron despedidos, junto con la puerta izquierda del Porsche, hacia
los ventanales de cristal de un edificio de oficinas, a la izquierda de la
Budapester Strasse, los restos del psicópata, se esparcieron por casi toda la
fachada de cristal del edificio, quedando algunos adheridos a las ventanas,
alguna de las cuales saltó por los aires. El Porsche, irreconocible, no era mas
que un amasijo de hierros, plástico y vidrio. Unos ciento cincuenta metros por
detrás del Porsche, se había detenido un Mercedes azul. El chófer, satisfecho
siguió su camino en dirección al número 2 de la Neustädter Strasse. Dos cabos
sueltos menos, se dijo a sí mismo el leal Andreas. Eran las 10:15 de la mañana
de ese viernes 22 de septiembre. Aún era muy temprano y… el día había dado para
mucho
En el piso de Frangenberg, Gerhardt concluía su
intervención final:
Señores, el “problema”
parece resuelto y... los cabos ya no está sueltos. El entrometido policía se ha
quedado sin prueba alguna con la que acudir a la fiscal. Aún en el caso de que
tuviese algún nombre de los aquí presentes, sin pruebas, no podría tocarlo.
He ordenado desmantelar la
casa de Bonn. Ahora hay un cartel de “Se Vende” y… no la pueden relacionar con
nosotros.
La periodista y su padre han
debido de aprender la lección. Mi primera intención era la de eliminarles,
pero… siendo nieta del camarada Kurt, creo que ha sido suficiente con el
mensaje que le hemos hecho llegar. No creo que nos vuelva a molestar
Recomiendo que, aunque con
algo más de cautela, avancemos con la operación. Hay que seguir “colocando” a
nuestra gente a un paso de la dirección de la industria de Alemania,
especialmente en los sectores estratégicos y mediáticos. Cuando iniciemos la
segunda fase, un buen número de presidentes de empresas y consejeros delegados,
sufrirán “accidentes” fortuitos o dimitirán de sus cargos, por “razones
personales”. Entonces podremos iniciar la tercera fase.
Dirigiéndose al Weinbergen le dijo abiertamente:
“Supongo que ya tienes resuelto el asunto del
coche. ¿Me equivoco?
– No lo hace mi general.
Gracias a cierta persona de la Jefatura de la Policía de Düsseldorf, hemos podido “demostrar” que el Volvo había
sido robado del aparcamiento de la fábrica de Solingen, cinco días antes del
secuestro de la amiga de Sabine Vogel. Así se le hizo saber, mostrando a la
gente de Klaus Wiese, la pertinente denuncia. Eso no les dejó más opciones que
las de volver por donde habían venido. Tema del Volvo resuelto.
Otto: El polaco dejó de ser
un problema y… los otros dos “problemas”, desde hace unos minutos, se
encuentran esparcidos en un cruce, cerca de la Reeperbahn. Lo verán en las
noticias de las 12. Asunto cerrado.
Frangenberg: Por mi parte
está todo controlado. La periodista no volverá a ocupar su antiguo puesto. Me
encargo de ello personalmente. Y nadie más tiene conocimiento de lo ocurrido
durante las últimas semanas. La policía ha cerrado el caso Steinberg como un
asalto y robo, con mala suerte, con mucha mala suerte. Hemos indemnizado a la
viuda con generosidad, no obstante, ha tenido que abandonar el piso en el que
vivía con su marido y se ha ido a vivir con sus padres a Saarbrücken, cerca de
Luxemburgo. También porque no podía
permitírselo. He decidido trasladarme a ese piso. También está muy cerca de la
Axel Springer-Platz y está decorado más en línea con mis clásicos gustos. Ya he
pedido que vengan a hacer la mudanza.
Brackhane: Bien señores,
entonces, a trabajar. Dentro de unos días he de reunirme con mis compañeros de
ODESSA e informarles de la situación y de los avances que hemos conseguido. Les
mantendré informados.
El anciano, a pesar de sus
82 años, tenía un vigor y una determinación que nadie osaba cuestionarle nada.
Se levantó, haciendo que, como empujados por un resorte, todos se pusieran de
pie de inmediato.
Buenos días a todos
0 comentarios:
Publicar un comentario
Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]
<< Inicio