lunes, 4 de mayo de 2020

Jaque Mate Capítulo XXIII


Capítulo XXIII

Hamburgo, viernes, 22 de septiembre 05:15 de la mañana: El teléfono de la habitación 210 del  Lindner Park-Hagenbeck sonó sobresaltando a Lluís. Este, despertó a Sabine, acercándole el auricular.
Klaus: Tenemos noticias y… casi todas malas. Los secuestradores de Inga han puesto sobre la mesa sus innegociables condiciones: Quieren TODO el material que te fue entregado por el anónimo informante. Saben lo de la plantilla y… advierten que (suponen que ya has debido conseguir averiguar algún nombre) ante la más ínfima sospecha de que te has quedado con un solo dato, nombre, ubicación, etc. Recibirás la mano que hace juego con la que llegó ayer a la comisaría. Escucha atentamente: Tienes que estar en el punto de encuentro en dos horas, a las siete. Coge TODA la documentación, métela en una bolsa de deportes. Nosotros no podemos arriesgarnos siquiera a que sospechen que vamos a estar cerca de ese lugar. Tenéis que ir, tú y tu novio, a Sankt Pauli, a la boca norte del viejo túnel bajo el Elba (1). Tenéis que cruzar el túnel a pie. Más o menos a unos 150 metros en dirección sur, a la derecha, hay una portezuela en la que se ubica un extintor y un interfono de emergencia. Tenéis que estar allí a las siete en punto y esperar instrucciones. Yo tendré hombres apostados cerca de ambas bocas del túnel, aunque… no podemos arriesgarnos y tendrán que estar camuflados y lejos del punto señalado. Poneos en marcha y haced cuanto os digan, pero… no entreguéis los documentos sin haber visto a Inga. Exigidles que la queréis ver antes y… entera. Estaremos vigilando todos vuestros movimientos, mientras ello sea posible. Bajo el Elba. ¡¡¡ Menudos hijos de puta !!!

Por otro lado, la investigación que se estaba llevando sobre el coche y el albino, seguía su curso. Se escrutaba cada dato que pudiera llegar al télex de la Central de Policía, desde cualquier parte del país.
Un dato suelto había llamado la atención de uno de los investigadores: La policía de un pequeño lugar del norte de Baviera, llamado Schlüsselfeld, había informado de que unos recolectores de setas habían encontrado en un bosque cercano, el cadáver de un hombre, con un disparo en la cabeza, sin identificación alguna, pero… en uno de los bolsillos, llevaba una tarjeta de un hotel del Tirol, más concretamente del Pitztalerhof de Wenns. Estaban a la espera de recibir los resultados de la autopsia, así como del informe de la policía de Solingen. En un par de horas estarían a las puertas del despacho del director Weinbergen. Seguro que no tendría una fácil explicación para lo del Volvo Negro.
Habían llamado al hotel Piztalerhof y… les habían confirmado la estancia, el 19 de septiembre, del albino y otros dos hombres. Se registraron bajo el nombre de Heinz Branderhaus. Uno de los hombres tenía un fuerte acento polaco el otro era albino y tenía un acento raro. Decenas de hombres y mujeres estaban investigando esta pista.

No había nada que discutir. Tenían que tratar de salvar la vida de Inga, a cualquier coste. Lluís miró el reloj: las 5:55. Se ducharon y bajaron a desayunar, pero… el comedor no abría hasta las 7.00. “Es igual, tomaremos algo de camino”, dijo Lluís (que ahora parecía estar más participativo e incluso, a veces, parecía estar al mando), al tiempo que pedía al recepcionista que llamase a un taxi (ellos, habían visto el Audi verde, y no convenía darles pista alguna) Estaban a poco más de veinte minutos del Túnel bajo el Elba.
Dejaron una escueta nota bajo la puerta de la habitación 209. “Papá, hemos tenido que salir a entregar los papeles para salvar a Inga. Tenemos que estar en el punto del intercambio a las 7. Te llamaré en cuanto tenga noticias” Sabine

A las 6:13 un taxi se detuvo ante la entrada principal del Lindner Park. Lluís y Sabine estaban ya en la puerta y… Lluís había estado inspeccionando en el callejero, impreso a una escala muy grande y con muchísimos detalles. Quería saber dónde se iban a meter. Usando su rudimentario alemán le soltó al taxista: “Davidstrasse Nummer Drei”,”Zur Scharfen Ecke”. Sabine no pudo reprimir una risita. La taberna Zur Scharfen Ecke, (La Esquina aguda o afilada) estaba a tan solo unos 100 metros de la boca norte del Túnel, pero…, en una discreta callejuela, en pleno barrio chino, entre la Reeperbahn y el rio. A esas horas había poco tráfico y el taxi callejeó con rapidez los escasos 8 km. hasta la mencionada taberna. A las 6:38, el taxi les dejó en la esquina de Davidstrasse con la Bernhardt Nocht Strasse. El local, que era de los pocos de la zona que abrían tan temprano, ya contaba con numerosos clientes, Trabajadores del Túnel, de las oficinas de la Autoridad Portuaria, vendedores de un mercado cercano… parecía un sitio muy popular.
Pidieron el menú de desayuno popular que se publicitaba en un panel a la puerta del bar. En pocos minutos apareció una camarera con una jarra de café y otra de leche. Un minuto más tarde regresó sonriente con dos bandejas repletas de comida. Huevos pasados por agua, quesos de 3 o 4 clases, jamón ahumado, salchichas de dos clases y un surtido de fiambre. Panecillos recién horneados y unos bollos rebozados en azúcar. La camarera, mirando con descaro la cara de asombro de Lluís, con una amplia sonrisa le espetó: “Si no te lo comes todo, se lo diré al cocinero y… este no será tan amable como yo, guapo”.”Son 4,50 cada uno” Sabine rió (por segunda vez aquella mañana) y le tradujo a su novio lo que había dicho la fresca y lozana camarera.
Trasegaron la mayor parte de las viandas y Lluís, que no cesaba de mirar el reloj cada 3 minutos, se levantó para ir al mostrador a pagar, pero… la camarera se le puso delante y, con una nueva y más amplia sonrisa, le dijo: “No te irás sin despedirte, guapo” y… acercándose al oído, le susurró: “Cuando te aburras con la flacucha esa, ven a desayunar cuando quieras, paga la casa”. Lluís, un tanto perplejo, se giró buscando los ojos de Sabine (que estaba muerta de risa) y le dio un billete de 10 marcos a la mujer.

Las 6:50. Salieron del Stube, cogidos de la mano y se dirigieron a la puerta del túnel. Junto a otras 4 personas subieron al viejo ascensor de madera y el operario bajó una gruesa puerta de guillotina, de madera y con un par de ventanucos de cristal. El ascensor, muy lento, tardó casi tres minutos en detenerse. Salieron casi directamente al mismo túnel. Otro ascensor-montacargas bajaba los vehículos que iban a cruzar el rio.  Estos, hacían cola en la calle salían del montacargas y, al llegar abajo, enfilaban el túnel de inmediato, uno tras otro. Todo ello en un casi antinatural (sobre todo para un español) y absoluto silencio.
Tomaron la acera de la derecha y echaron a andar hacia el interior del túnel. Aunque Lluís no había podido evitarlo y había estado escrutando y oteando las esquinas y azoteas de los edificios cercanos, no había conseguido ver ni uno solo de los hombres del comisario. ¿Estaban ahí?  Llegaron al pie de la portezuela indicada, miraron en ambos sentidos y… eran exactamente las seis y cincuenta y ocho. Durante la espera, tan solo un par de personas pasaron por la otra acera y los conductores de vehículos apenas si se fijaron en ellos. A las siete en punto, sonó el ronco timbre del interfono: Se miraron el uno al otro y… Sabine presionó el botón rojo que había bajo un pequeño altavoz.

Una voz grave y sin acento definido salió a través del altavoz: “Escuche y no hable hasta que se le pregunte”
– Pe, pe, pero, no les daré nada si no veo antes a Inga.
– No se preocupe por ello, la va a ver ahora mismo. Y… no vuelva a interrumpirme. Sigan caminando hacia el sur, hacia la salida del túnel. A unos 100 metros, crucen a la otra acera. Hay una puerta de hierro con la llave puesta en la cerradura. Abran, pasen al otro túnel por el que discurre el tráfico en dirección norte, vuelvan a cerrar la puerta con llave y dejen la llave puesta en la cerradura. Caminen hacia el norte hasta encontrar la hornacina con el interfono y el extintor. Estén atentos al interfono. No se les ocurra tratar de salir a informar a la policía y... si les han puesto micrófonos, pueden quitárselos, a esta profundidad no sirven para nada. Un paso en falso y su amiga, que está aquí en el túnel, no saldría viva.

Siguieron las instrucciones al pie de la letra y en unos minutos estaban delante del interfono. De nuevo sonó la cascada bocina. Sabine se apresuró a presionar el botón. La voz de Heinz volvió a escucharse a través del anticuado interfono
– Buenos chicos
– ¿Dónde está Inga? ¡¡ No cuente con nada si no la veo antes !!
-- Cállese. Le repito que no me vuelva a interrumpir. En unos instantes pasará un Mercedes-Benz 450 SE, de color azul oscuro y con matrícula HH-05542. No puede detenerse, pero pasará muy despacio. Entréguele al conductor la bolsa con los papeles, que no falte ni la plantilla ni lo que haya podido descifrar hasta ahora. En los asientos traseros estará Inga. He dado instrucciones para que la dejen bajarse antes de que el coche entre en el montacargas. Solo tienen que andar hasta el lugar por el que entraron al túnel y recogerla. Recuerden que si dan un paso en la dirección incorrecta…, si la cogimos una vez, podemos volver a cogerla. Un minuto desde ahora. Ah, y… no os molestéis, la matrícula del coche  es falsa.

Los sesenta segundos se les antojaron 60 minutos, pero… al minuto exacto apareció el Mercedes Azul. Lustroso e inmaculado como recién salido de la cadena de montaje. El coche se movía muy despacio, por debajo de la velocidad máxima (30 km/hora) permitida dentro del túnel. Al llegar a donde estaban Lluís y Sabine, Armin, alargó el brazo desde la ventana trasera izquierda y casi le arrancó de las manos a Lluís la bolsa de deportes que contenía las pruebas de la conspiración. El chófer, apretó el acelerador alejándose de ellos rápidamente. Sin ellas no tenían nada. No sabían qué, ni quién, ni cuando iba a perpetrarse el supuestamente incruento golpe de estado. No tenían prueba alguna de la identidad de la gente que estaba detrás de la conspiración. Sin esos papeles, el Gobierno Socialdemócrata de Willy Brandt no podía hacer absolutamente nada. Todo estaba perdido.
En la parte de atrás, Inga, que estaba sedada, permanecía casi estática, junto a un Armin distinto, con la cabeza rapada y vistiendo una gorra de visera. El hombre albino, casi la tuvo que obligar a mirar en la dirección que se encontraban Lluís y Sabine. Al verlos, Inga reaccionó e intentó gritar, sin éxito. Sabine y Lluís echaron a correr, con evidente desventaja, tratando de alcanzar al Mercedes. Estaban a más de 300 m. de la boca norte. No tenían muchas esperanzas de recuperar a Inga sana y salva.
Heinz, acompañado por una prostituta que había contratado a propósito para no levantar sospechas, observaba, toda la escena, desde la cercana acera de enfrente… y no lejos del otro interfono, desde el que había transmitido las instrucciones a la pareja. Sonrió y… echo a andar hacia la salida sur.
Casi sin aliento, llegaron a las puertas del ascensor y… No veían a Inga por ninguna parte. “Nos la han jugado”--pensó Lluís--. Presionó el botón de llamada del ascensor. Al abrir la puerta el empleado, encontraron a Inga en un rincón de la caja del ascensor, sentada en el suelo y como ida. En el lugar que antes estaba su mano izquierda, lucía un vendaje cubriendo el muñón. Al verles, dio un brinco y se abalanzó sobre Sabine. Sollozaba, reía y lloraba sin parar. ¡ Estaba viva !

(1). Nota del autor
El viejo túnel bajo el Elba, abierto en 1911 y hecho famoso años más tarde en la novela “The Odessa File”, de Frederick Forsythe, publicada en 1972, llevada al cine en 1974 por Ronald Neame y protagonizada por Robert Vaughn y Maximilian Shell, era entonces un lugar muy transitado por los habitantes de ambos lados del Elba, el popular Sankt Pauli, con su no menos famosa Reeperbahn, palabra del Plattdeutsch (bajo alemán) que significa algo así como “Calle de la cordelería”, denominada así desde el siglo XVII, dado el gran número de talleres de fabricación de cuerdas y maromas que allí se elaboraban a fin de abastecer a la ingente cantidad de barcos que atracaban en el estuario de la hanseática ciudad del Elba. Uno de los mayores puertos del mundo.
Sin embargo, la Reeperbahn es conocida mundialmente por su “Red District” o “Barrio Chino”, como se denomina en castellano el barrio que acoge, desde hace muchas décadas, una de las mayores concentraciones de prostíbulos, salas de striptease, cabarets, teatros y restaurantes del planeta. Una de las calles adyacentes a la Reeperbahn, se denomina “Liebe Strasse”.(Calle del Amor) Y no es ninguna broma. El ingreso a la calle, protegida por una especie de burladero, o barrera, y con un cartel que advierte a los menores de la prohibición de acceso. En la “Liebe Strasse”, las prostitutas se exhiben en ropa interior en los escaparates que dan a la misma calle, sentadas en un diván o recostadas en una cama que se vislumbra a través de unos vaporosos .visillos  Algunas casas incluso mostraban un cartel informando del precio de los servicios que ofrecen. En la actualidad dicha práctica parece estar en desuso


Arriba, Klaus se impacientaba. Instalado desde las 6:30 de la mañana, en una oficina de seguros, de la Hafenstrasse, ubicada en la última planta de un magníficamente restaurado edificio del XIX, erigido sobre un promontorio, revestido con ladrillos rojos y con decenas de ventanas de madera laqueada en blanco. Justo enfrente de la puerta norte del túnel. Hoy es la sede del Deutscherwetter Dienst (Servicio Nacional de Meteorología). Desde su posición, podía ver, sin dificultad a todo aquel que entraba o salía por esas puertas, Klaus Wiese, bramaba echando maldiciones. No habían podido hacer otra cosa que esperar acontecimientos. Meter a alguno de sus hombres dentro del túnel hubiera sido muy peligroso, teniendo en cuenta los métodos de la gente que tenía a Inga
Tanto en una entrada como en la otra, dos policías, disfrazados de empleados del túnel y con un transmisor, estuvieron pendientes de todo lo que entraba y salía. Nadie podía haber sospechado que, en un Mercedes azul y con la matrícula falsa, sentados en la parte de atrás, una pareja de jóvenes parecía retozar y que el chófer, que incluso llevaba una gorra de plato. Miraba hacia adelante, impasible y echando miraditas a través del espejo retrovisor
Frustrado, Klaus no hacía más que mirar el reloj. A las 7:23 h, se oyó el chasquido de un intercomunicador: “Herr Komisaar”… “Acaban de aparecer los tres en el ascensor de la boca norte del Túnel. La chica secuestrada parece estar bien”.
Wiese: Tráiganlos aquí de inmediato y desmonten el dispositivo de vigilancia. Que todo el mundo vuelva a la Central. Ya me encargo yo de ellos.
Por seguridad, casi nadie sabía lo del Hotel donde la pareja había pernoctado y Klaus prefería que esa circunstancia se mantuviese así.
Tras relatar a Klaus lo acontecido dentro del túnel, éste recordó de inmediato el Mercedes 450 SE, casi totalmente nuevo que había salido del túnel unos minutos antes. Maldijo en arameo. Se había fijado en el por el modelo. Cuando salió al mercado, en pasada primavera, mostró su interés a un concesionario, pero… recordó que quedaba fuera de su alcance.
Klaus: Lo primero es llevar a Inga al hospital. Han de ver esa herida y hacer cuanto puedan por ella. Pondré dos agentes de vigilancia hasta que le den el alta. Después asignaré vigilancia continua 24 horas.
Sabine llama a sus padres y les informas de todo. Y que ya les avisarás de cuándo podrán ir al hospital a ver a su hija.

Sabine hizo la llamada y después llamó también a Helmut al hotel. Le dijo que todo había salido bien y que pronto estarían de vuelta.
Fueron directamente al Bundeswehrkrankenhaus. Hamburg (Curiosamente muy cerca de la calle donde tenía su piso Inga y de donde fue secuestrada). Era, en aquel tiempo uno de los más vanguardistas hospitales de toda Alemania. El Bundeswehrkrankenhaus, era pionero en reimplantes de miembros amputados y, aunque ya habían transcurrido casi 32 horas desde la amputación, y esa era una técnica muy novedosa**, Klaus quería que al menos lo intentaran. Por ello, había ordenado que conservaran en hielo la mano amputada de Inga y la enviaran al Hospital.

** Nota del autor
Aunque el primer cirujano en reimplantar con éxito un miembro amputado, concretamente un brazo, fue el norteamericano Ronald A. Malt, Jefe de residentes del Hospital General de Massachussets, el 23 de mayo de 1962, justo hacía 10 años, fue el ecuatoriano Roberto Gilbert Elizalde, de la Clínica Guayaquil, Ecuador que reimplantó con éxito la mano derecha de un marinero de treinta y dos años que había sufrido la amputación ocasionada por la explosión de una granada. Fuente: Artículo de Jaime Gómez González. Director Emérito Instituto. Neurológico de Colombia. Miembro Fundador de la Sociedad. Colombiana de Historia de la Medicina

A eso de las 9:30, tras dejar a Inga al cuidado del director del nuevo equipo de implantes del hospital, salieron hacia la Central de Policía. Klaus había prometido a Sabine que le mostraría el paquete recibido, la foto y la nota. Estaba custodiado por su hombre de confianza. Además, Sabine quería ponerse en contacto con Michaela Schröder. Tenía curiosidad por saber qué tenía que decirle.
Sabine volvió a llamar a su padre, pidiéndole que acudiese a la comisaría de Klaus. Allí recibiría información de todo, tanto de las buenas como de las malas noticias.

Al volante del Mercedes 450 SL, estaba Andreas Bruckheimer. Hombre de confianza y conductor personal del ex general Gerhardt Brackhane. Ni Gerhardt ni Otto estaban dispuestos a permitir el más mínimo error. Por tanto, se habían implicado personalmente en la operación del intercambio de la chica por los documentos.

Cuando el ascensor que portaba el vehículo se detuvo, Andreas lo condujo suavemente a la calle, girando a la izquierda, por la St. Pauli Landungsbrücken, hacia el oeste, hasta llegar al “Brücke 10”. Andreas acercó el Mercedes al muelle, junto a un transbordador que estaba a punto de zarpar. Un operario, retiró la cadena que impedía el paso, al tiempo que recogía de Andreas, un sobre y se lo guardaba de inmediato. Tras pasar el coche, puso de nuevo la cadena en su lugar e hizo señas inequívocas al puente del barco. Este, hizo sonar una sirena y zarpó rumbo al otro lado del rio.
Tras un corto recorrido, el ferry atracó en el lado sur del rio, el tiempo justo para que el Mercedes de Gerhard Brackhane desembarcase. Durante ese breve período de tiempo, Andreas abrió el maletero, cogió un destornillador y sustituyó la falsa matrícula por la auténtica. Rápidamente se dirigió a un aparcamiento situado no lejos de la boca sur del Túnel, en la Hermann Blohm Strasse. Allí se encontraba esperando Heinz, ya sin la prostituta, a la que había despedido nada más salir a la superficie. La muchacha se fue muy contenta. Nunca se había ganado 200 marcos por hacer casi nada. Solo acompañar un rato a un tipo malcarado y siempre de mal humor.
Heinz, tras mirar a Andreas y el reloj, se introdujo en el coche, tomó la bolsa, la abrió y examinó su contenido. Andreas, sin decir palabra (no le gustaban aquellos tipos ni un ápice) arrancó y se encaminó hacia el piso que, Benjamin Frangenberg había alquilado al ser nombrado nuevo director del Hamburger Abendblatt.

El amplio piso estaba en el 2 de la Neustädter Strasse, muy cerca de la sede del periódico. Tenían una importante reunión con personajes muy importantes de ODESSA.
A pesar de la hora, 08:35, no les tomó más de 20 minutos llegar. El edificio del número 2 era de reciente construcción, como casi todo el barrio financiero en el que estaba enclavado. Un magnifico piso de unos 200 m2, con amplios ventanales que daban a un cercano parque. Andreas introdujo el coche en el garaje subterráneo, subieron al ascensor y, mediante una llave, Andreas movió el ascensor a la segunda planta, apartamento 2-C
Una vez dentro de la casa. Andreas casi ordenó a Armin que esperase en una salita que había a la izquierda del recibidor. Heinz, que caminaba con la bolsa de deportes como adherida a su cuerpo, siguió al chófer hasta una amplia y confortablemente amueblada sala de estar de más de 70 m2. La enorme mesa de comedor acogía ya a todo el Comité de Crisis de la operación NEUESTROJANPFERDES. Gerhardt Brackhane, Fritz Weinbergen, Otto Gruber y Hans-Johakim Welauer
Gerhardt no esperó ni a que estuvieran todos sentados.
Señores: Hemos estado al borde del abismo, pero… al parecer se ha podido sellar la fuga de información
          ¿Heinz? Muéstrenos lo que nos trae
Heinz puso la bolsa sobre la mesa, la abrió y extrajo una carpeta azul, de las que se cierran con gomas, con el dibujo de un caballo de Troya en la tapa. Contenía varios microfilmes, la plantilla para descodificar los documentos y un bloc con hojas amarillas y cuadriculadas, repleto de notas, nombres, nombres de empresas, etc.
Sabine había añadido una nota, escrita de su puño y letra:

Esto es todo cuanto, hasta ahora he podido descifrar. Como podrán comprobar no era mucho, pero… el que realizó la encriptación o cifrado de los datos, hizo un buen trabajo. Les prometo que la carpeta contiene toda la documentación que me entregaron y todo lo que pude descubrir en ellos. He cumplido mi palabra. Por favor no hagan más daño a mi amiga.
Sabine Vogel

Otto: Bien, esta es la tercera y última copia de los documentos robados a ODESSA. Se supone que, una vez destruidos estos documentos, podremos seguir con nuestros planes
Las copias que obtuvimos en la caja del Hamburger, así como la que se había llevado Steinberg a su casa, ya han sido destruidas. Yo, personalmente las quemé en la chimenea de mi casa. Luego haré lo mismo con lo que nos ha traído Heinz. Muerto el perro…

Otto, se dirigió directamente a Heinz:
Sr. Branderhaus, ha hecho usted un buen trabajo, a pesar del clamoroso error que cometió con el frustrado asalto al vehículo de la periodista. En el maletín que tiene bajo la mesa, está lo convenido mas una importante gratificación. Ahora, le ruego que nos deje. Tenemos que tratar de muchas e importantes cosas. Le llamaré en breve. Tengo trabajo para usted. Buenas noches, dijo… levantándose e indicando a Heinz el camino de salida.
Heinz cogió el maletín y se levantó. Andreas, advertido, ya había sacado a Armin de la salita donde esperaba y le había conducido a la puerta.

La noche anterior, Heinz había aparcado su coche, un viejo Porsche 911 Classic, de 1964. 3.2 l y 231 caballos, en el sótano del edificio. Le apasionaba ese tipo de coche deportivo y se gastaba su generoso salario en esa afición.
Subieron al coche y salieron del garaje. Irían a la pensión donde habían pernoctado y repartirían el bien ganado dinero. Se sentían satisfechos. Armin, que llevaba el maletín sobre sus rodilla y lo sujetaba con ambos brazos, como un náufrago su último recurso, le sugirió que fuesen primero a comer algo.
Como la pensión se encontraba cerca de la Reeperbahn, en la Seilerstrasse, decidieron que comerían algo en las inmediaciones, antes de subir a la habitación. Mientras callejeaban por las angostas calles del barrio histórico (o lo que quedaba de él, a pesar de las costosas restauraciones), Armin no pudo resistir la tentación e intentó abrir el maletín, pero… algo iba mal. Los pestillos no saltaban y… no había mecanismo de combinación. Heinz le regañó, pero (el también estaba ansioso por tocar su dinero) metió la mano en el bolsillo, sacó una diminuta llave y se la pasó al Albino.
Armin introdujo la llave en la cerradura de la derecha y…el muelle saltó, liberando el pestillo. Repitió la operación con la cerradura de la izquierda, liberando el segundo pestillo, justo cuando el Porsche se encontraba detenido en una intersección con un STOP, en la confluencia de la           Budapester Strasse y la Simon Von Utrech Strasse. Con ambas manos levantó la tapa del maletín. Sonó un “clic” y… La explosión lanzó partes de ambos hombres a decenas de metros del lugar en el que se encontraba el coche. La blanca cabeza del albino, junto con un buen trozo de su torso, fue a parar junto a una parada de autobús que había al principio de la calle dedicada a Simon Von Utrech., dando un buen susto a las cuatro o cinco personas que esperaban bajo la marquesina El explosivo plástico concentrado de última generación, y camuflado en el doble fondo del maletín hizo su trabajo muy eficientemente, sin generar una onda expansiva más allá de los 6 o 7 metros del lugar de la explosión. De haber explosionado en un lugar cerrado y con mucha gente, hubiera sido una masacre. La parte superior del cuerpo de Heinz, incluyendo uno de sus brazos y la cabeza, salieron despedidos, junto con la puerta izquierda del Porsche, hacia los ventanales de cristal de un edificio de oficinas, a la izquierda de la Budapester Strasse, los restos del psicópata, se esparcieron por casi toda la fachada de cristal del edificio, quedando algunos adheridos a las ventanas, alguna de las cuales saltó por los aires. El Porsche, irreconocible, no era mas que un amasijo de hierros, plástico y vidrio. Unos ciento cincuenta metros por detrás del Porsche, se había detenido un Mercedes azul. El chófer, satisfecho siguió su camino en dirección al número 2 de la Neustädter Strasse. Dos cabos sueltos menos, se dijo a sí mismo el leal Andreas. Eran las 10:15 de la mañana de ese viernes 22 de septiembre. Aún era muy temprano y… el día había dado para mucho

En el piso de Frangenberg, Gerhardt concluía su intervención final:
Señores, el “problema” parece resuelto y... los cabos ya no está sueltos. El entrometido policía se ha quedado sin prueba alguna con la que acudir a la fiscal. Aún en el caso de que tuviese algún nombre de los aquí presentes, sin pruebas, no podría tocarlo.
He ordenado desmantelar la casa de Bonn. Ahora hay un cartel de “Se Vende” y… no la pueden relacionar con nosotros.
La periodista y su padre han debido de aprender la lección. Mi primera intención era la de eliminarles, pero… siendo nieta del camarada Kurt, creo que ha sido suficiente con el mensaje que le hemos hecho llegar. No creo que nos vuelva a molestar
Recomiendo que, aunque con algo más de cautela, avancemos con la operación. Hay que seguir “colocando” a nuestra gente a un paso de la dirección de la industria de Alemania, especialmente en los sectores estratégicos y mediáticos. Cuando iniciemos la segunda fase, un buen número de presidentes de empresas y consejeros delegados, sufrirán “accidentes” fortuitos o dimitirán de sus cargos, por “razones personales”. Entonces podremos iniciar la tercera fase. 
Dirigiéndose al Weinbergen le dijo abiertamente:
 “Supongo que ya tienes resuelto el asunto del coche. ¿Me equivoco?
– No lo hace mi general. Gracias a cierta persona de la Jefatura de la Policía de Düsseldorf,  hemos podido “demostrar” que el Volvo había sido robado del aparcamiento de la fábrica de Solingen, cinco días antes del secuestro de la amiga de Sabine Vogel. Así se le hizo saber, mostrando a la gente de Klaus Wiese, la pertinente denuncia. Eso no les dejó más opciones que las de volver por donde habían venido. Tema del Volvo resuelto.
Otto: El polaco dejó de ser un problema y… los otros dos “problemas”, desde hace unos minutos, se encuentran esparcidos en un cruce, cerca de la Reeperbahn. Lo verán en las noticias de las 12. Asunto cerrado.
Frangenberg: Por mi parte está todo controlado. La periodista no volverá a ocupar su antiguo puesto. Me encargo de ello personalmente. Y nadie más tiene conocimiento de lo ocurrido durante las últimas semanas. La policía ha cerrado el caso Steinberg como un asalto y robo, con mala suerte, con mucha mala suerte. Hemos indemnizado a la viuda con generosidad, no obstante, ha tenido que abandonar el piso en el que vivía con su marido y se ha ido a vivir con sus padres a Saarbrücken, cerca de Luxemburgo.  También porque no podía permitírselo. He decidido trasladarme a ese piso. También está muy cerca de la Axel Springer-Platz y está decorado más en línea con mis clásicos gustos. Ya he pedido que vengan a hacer la mudanza.
Brackhane: Bien señores, entonces, a trabajar. Dentro de unos días he de reunirme con mis compañeros de ODESSA e informarles de la situación y de los avances que hemos conseguido. Les mantendré informados.
El anciano, a pesar de sus 82 años, tenía un vigor y una determinación que nadie osaba cuestionarle nada. Se levantó, haciendo que, como empujados por un resorte, todos se pusieran de pie de inmediato.
Buenos días a todos

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