viernes, 1 de mayo de 2020

Jaque Mate Capítulo XXI


Capítulo XXI

La salita privada del restaurante del Hotel Lindner Park-Hagenbeck se encontraba prácticamente en penumbra. Solo había un empleado del hotel que dormitaba sentado en un taburete, tras el mostrador de recepción. Acudió de inmediato a la mesa. Tomó nota de las bebidas , las sirvió y volvió a su taburete. Sabine y Lluís relataron a Helmut y Klaus todo lo acontecido desde que partieron hacia Austria a finales de julio. Sabine mostró los progresos que había conseguido utilizando la “Schablone” (plantilla) que el anónimo informante había incluido en el sobre con el resto de los documentos. Tenía más de 150 nombres de personas ya colocadas en sus estratégicos puestos de trabajo, así como los nombres de otras tantas empresas e instituciones gubernamentales, “sólo” faltaba emparejar quién iba dónde. Y saber quien dirigía la organización. Sabine necesitaba algo más de tiempo para hacer ese trabajo.
Klaus informó a Sabine que habían interceptado a una empleada del periódico cuando ésta había ido al apartamento de Moltkestrasse. Era la secretaria del difunto Hans Steinberg, Michaela Schroeder. Había sido interrogada pero… no sabía nada. Solo quería saber cómo contactar con Sabine.

Acordaron que solucionarían lo de Michaela cuando acabase todo esto o…

El portero de noche-camarero-recepcionista, se acercó a la mesa con un teléfono en la mano, se inclinó hacia Klaus, le musitó algo al oído, conectó el cable a una toma que había en la cercana pared y le entregó el teléfono al policía.
El comisario, se levantó y se separó de la mesa todo lo que daba el cable del teléfono, estuvo escuchando y haciendo alguna pegunta a su interlocutor durante poco más de un minuto. Volvió a la mesa con el rostro demudado y pálido. Se dejó caer en la silla.
Klaus: Me temo que tengo muy malas noticias.
Hace tan solo unos minutos, un motorista, sin siquiera detenerse, ha lanzado un paquete a la puerta de la Central de Policía, donde yo trabajo. El paquete, por supuesto sin remite, iba dirigido a mí. Les he ordenado que lo abriesen y me describiesen su contenido.
Ahora ya no hay ninguna duda de que los autores del secuestro de Inga son los mismos que robaron en el periódico, asesinaron a Steinberg, os asaltaron en la autopista el 25 de julio y os persiguieron hasta Austria. Tengo decenas de hombres y mujeres investigando hasta la más insignificante pista que nos lleve hasta ellos. Es cuestión de horas que demos con ellos.
Todos estaban expectantes habían dejado los cubiertos sobre los platos y se mantenían muy atentos y con los ojos muy abiertos

El comisario prosiguió: En su interior había una nota dirigida a mí, pero... para Sabine y… la amputada mano izquierda de una mujer joven.
La nota es muy clara. Un hombre de mi entera confianza, siguiendo mis instrucciones, me ha leído su contenido y la custodiará hasta mi regreso a la comisaría. Cosa que haré de inmediato.
Sabine: Klaus, por Dios, dinos qué pone en la nota.
Klaus, iniciando la lectura:

  “Sabine Vogel. Tenemos a su amiga Inga (o lo que queda de ella) retenida en un lugar seguro. Sabemos que tiene usted unos documentos que no le pertenecen, que han sido robados a sus legítimos propietarios. También sabemos que aún no los ha entregado a las autoridades. Queremos recuperar TODOS los documentos. Mañana, por la mañana, recibirá instrucciones, vía su amigo, el comisario, de cómo y dónde se hará la entrega. Cualquier retraso o sospecha de que urden alguna treta o engaño para hacer cualquier copia de los papeles, tendrá como respuesta un nuevo “paquetito” con otro recuerdo de su “amiguita”. Cuanto más tardemos en recuperar los documentos, menos quedará de Inga para recuperar. No lo olvide, está sin opciones. Mañana nos entregará lo que es nuestro y... le prometo que dejaremos ir a la chica”

La nota viene acompañada de una foto instantánea, de Polariod, en la que Inga está sentada en una cama y sujetando delante de ella un periódico de hoy mismo. --Concluyó el comisario--
Todos quedaron aterrados. Sabine luchaba en su interior con una mezcla de impotencia, rabia y pesar por su amiga. Si tenía que hacer un intercambio lo haría sin dudar. Lo primero era salvar la vida de Inga. No importaba el coste.
Helmut maldecía y trataba de consolar a su hija. –esos putos bastardos pagarán por lo que han hecho, pero... a su tiempo--. Ahora, lo primero es Inga. Dales lo que quieren, dijo-. Lluís la abrazó tiernamente y le animó a hacer todo lo necesario para tratar de salvar a Inga.

Klaus salió del hotel y marchó a toda velocidad hacia la Central de Policía.
Lluís, Helmut y Sabine permanecerían en el Hotel en espera de que los captores de Inga volvieran a contactar con Klaus Wiese. Presumiblemente, por la mañana temprano.
Sabine estaba desolada. Su habitual entereza y resolución, parecía a punto de desmoronarse. A Inga los putos nazis le habían amputado una mano y… eso podía no terminar ahí. Lluís la tomó de la mano, le dieron las buenas noches a Helmut y subieron a la habitación. Las últimas 48 horas habían sido muy duras, la adrenalina había fluido por su organismo como nunca en sus jóvenes vidas. Ambos estaban exhaustos y… aún así, se desnudaron, se metieron juntos en la ducha. Sus desnudos cuerpos, mucho más pálidos que la primera vez que hicieron el amor, en Ibiza, se unieron, abrazándose muy tiernamente. Lluís trató de consolarla colmándola de besos y caricias. “Todo saldrá bien, nena. No vamos a permitir que le hagan más daño a Inga. Hay que entregarles lo que piden y olvidar el asunto”. Le susurró al oído. El contacto de sus desnudos cuerpos enjabonados y las caricias mutuas despertaron en ambos un fuerte e intenso deseo sexual. Sin salir de la ducha, Sabine se arrodilló, asió entre sus manos el erecto falo de Lluís y suavemente deslizó su lengua desde la zona perineal, y la base del pene hasta el glande, hizo girar la lengua alrededor del mismo, introduciendo la punta por el orificio de la uretra, golpeándolo repetidamente, para, a continuación, introducirlo en su húmeda boca, succionándolo frenéticamente. Lluís, que estaba a punto de estallar, dio un paso atrás. Sabine, adelantándose a las intenciones de Lluís, se puso en pie, dándose la vuelta e inclinándose hacia adelante y ofreciendo a su excitado novio su caliente y húmedo sexo. Lluís, que casi no podía más, en un ejercicio de disciplina, se arrodilló, cogió a Sabine por las caderas y hundió su cara entre las nalgas. Su húmeda lengua, acarició la zona colindante con el orificio anal para, seguidamente introducirla profundamente en un rápido y repetitivo movimiento. Sabine gritaba de placer y se retorcía gritando en alemán ¡¡Mehr Bitte, Mehr!!  Lluís, obedientemente, desvió unos centímetros hacia abajo, su entrenada lengua y la hizo entrar hasta lugares donde nunca antes había llegado. Tras unos segundos metiendo y sacando la lengua, mordisqueó su clítoris suavemente cogiéndolo entre sus labios y ejerciendo pequeñas succiones al mismo.  Sabine empezó a convulsionar experimentando un orgasmo como nunca antes había siquiera imaginado. Mientras su cuerpo se sacudía con espasmos de placer, Lluís introdujo su pene, que había adquirido un color púrpura de tanta excitación, e inmediatamente liberó sus testículos de la miríada de espermatozoides que, impacientes pugnaban por liberarse.
Exhaustos, se tumbaron en la cama, abrazados y en silencio, mientras los latidos de sus corazones iban recuperando su ritmo normal. Se durmieron profundamente 

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