martes, 21 de abril de 2020

Jaque Mate Capítulo XII


Joves Lectors

CAPÍTULO XII

Hamburgo, 15 de julio de 1972
Hans Steinberg, como era en él habitual, había trabajado en su despacho del periódico más importante de Hamburgo, hasta muy tarde. Solo se iba a casa después de examinar el primer ejemplar que salía de la rotativa.
La noche del 15 de julio, hacía una temperatura inusualmente alta. Esa misma mañana, a las 15:00 horas se habían alcanzado los 35 grados. Hamburgo es considerada por el resto de las ciudades alemanas (todas más meridionales) como la “puerta del invierno”. Entre el calor tan extremo y el asunto de la documentación que le entregó Sabine antes de partir de vacaciones a España, Hans llevaba varias noches durmiendo solo unas horas.
A las 01:15, hizo su rutinaria comprobación de un ejemplar del Hamburger Abendblatt, dispuesto a salir hacia su casa, dando un paseo, como hacía habitualmente. Casi ya en la calle, recordó que había olvidado coger un paquete que le había enviado su mujer desde Travemünde. Saludó a, Detlef, el portero de noche y volvió sobre sus pasos al despacho. Entró, se dirigió a la mesa, abrió el cajón derecho y… cuando tuvo el paquete entre sus manos, la curiosidad pudo más que su cansancio. Abrió el sobre y… en el interior había un buen montón de fotos de María y de sus dos hijas, Sieglinde y Franziska, jugando en la playa. Los Steinberg poseían una casita en Travemünde desde hacía 3 años. Todos los veranos, cuando las niñas terminaban en el colegio, las tres se trasladaban a la casita para pasar allí el verano. Hans, acudía solamente los fines de semana y cuando tomaba sus vacaciones
Se sentó y estuvo varios minutos mirando las fotos. Estaba loco con las niñas y le entraron unas tremendas ganas de ir a verlas. Los problemas en el trabajo habían retrasado su visita de fin de semana en dos ocasiones.
Rememorando los mejores momentos que había pasado durante los últimos años junto a su mujer e hijas en la playa de Travemünde, cerró los ojos y… Despertó sobresaltado. Le dolía el cuello. Miró su reloj. Habían pasado más de 35 minutos. Súbitamente se percató de que uno de los botones del teléfono que estaba encima de su mesa parpadeaba. Alguien estaba utilizando su línea privada desde una extensión. ¿A esas horas? Tras dudar un instante, levantó lentamente el auricular y, tapando con una mano el micrófono, se lo acercó al oído… Desgraciadamente la conversación estaba en su fase final:
—…le aseguro que lo tenemos controlado, Señor Frangenberg…
—Le he dicho que nada de nombres”
—No se preocupe, hablamos por la línea privada de Steinberg y él se fue hace tiempo. Pronto conseguiremos la copia que, creemos guarda en su propia casa.
—Manténganme informado en todo momento... Clic
—Buenas n…” Clic
Steinberg colgó con sumo cuidado el auricular, apagó la lámpara de su mesa y permaneció unos minutos en silencio. Su cabeza procesaba la conversación que acababa de escuchar. ¿Quién era ese tal Frangenberg, que parecía dar instrucciones a su interlocutor? Y… sobre todo, ¿Quién era ese interlocutor que aún debería estar en el edificio?
Cerró su despacho y bajó hacia la salida, escrutando cualquier indicio que pudiera delatar al que había osado usar su propia línea privada. Se acercó al mostrador de recepción, indicó a Detlef que se acercase, le inquirió si había salido o entrado alguien en las últimas dos horas.
—No Señor Steinberg, nadie desde que salió casi todo el personal a eso de las 12
—Bien, Detlef, le pregunte quien le pregunte, yo salí a la una. ¿Me ha entendido?
—Perfectamente, pero… ¿usted quién es? Y… ¿porqué hablo con alguien que no está aquí, ahora? —Bromeó el portero—
—Lo dicho… ¡a nadie!
Salió a la calle y paró un taxi. Estaba bastante alterado y… quería llegar pronto al piso. Tenía que hacer algo y… cuanto antes.

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