Jaque Mate Capítulo X
Noche de la pesentación de Jaque Mate. 30 de enero de 2019
CAPÍTULO X
Hamburgo, septiembre de 1972
Klaus Wiese estaba sentado en la misma mesa del Café Sigfredo en el que estuvo reunido con Sabine y Lluís, semanas atrás. Sumido en sus pensamientos, esperaba la llegada de Helmut Vogel. La investigación acerca del asesinato de Steinberg estaba a punto de cerrarse y aún no tenía nada concreto que pudiese probar la conspiración. Sabine le había llamado para pedirle paciencia y para que se entrevistase secretamente con su padre. Tenía que ponerle al corriente de los acontecimientos, mientras, ella, acompañada en todo momento por su novio, habría iniciado el regreso desde Austria. Llegarían a Hamburgo en cualquier momento.
Helmut informó al comisario del giro de los 10.000 marcos que había enviado esa misma mañana a un lugar llamado Ötz, en Austria.
Durante el transcurso de su conversación con Klaus Wiese, la preocupación y alarma de Helmut iban en aumento.
—¿Hay algo que pueda hacer mientras tanto? ¿Hablo con alguien del Gobierno? Tengo contactos a muy alto nivel.
—De ninguna manera. Sin tener la documentación totalmente descifrada y sin que tengamos la seguridad de que su hija Sabine y el español, estén a salvo. Sería muy peligroso. No sabemos de quien nos podemos fiar, tampoco entre la gente del Gobierno.
»¿Conoce usted a Inga, la amiga de su hija? Lleva desaparecida desde hace más de 24 horas. Ha faltado al trabajo, no responde al teléfono ni tampoco ha ido a ver a sus padres durante todo este tiempo. Hemos inspeccionado su apartamento y, no se han encontrado señales de que se haya ido de viaje. Sus maletas y toda su ropa permanecen en el piso. La han debido relacionar con su hija y… Temo, Sr. Vogel, que haya sido secuestrada o… algo peor."
»Hemos incorporado a muchos agentes a trabajar en esto, pero… desgraciadamente, si el trabajo lo han llevado a cabo los mismos que “limpiaron” el piso de Steinberg y la caja fuerte del periódico, no le auguro un largo futuro a esa pobre chica.
Ahora solo podían esperar a que Lluís y Sabine regresaran de Austria con la documentación descifrada. Convinieron en que sería más seguro que fuera Helmut el que, cada día llamase a Klaus. Él le iría dando novedades.
Helmut pidió la cuenta y salieron del Café en dirección al centro de la ciudad.
Mientras, en la autopista...
El motor del Audi rugía mientras devoraba kilómetro tras kilómetro. Había transcurrido más de una hora sin ver el Volvo oscuro de los sicarios. Inspeccionando el mapa de carreteras, Lluís comprobó que habían recorrido más de 160 km. La A73 había dado paso a la A71, que giraba al este, al paso fronterizo con la RDA. Había que salir de la autopista. Indicó a Sabine que tomase la siguiente salida. Irían por carreteras secundarias para mayor seguridad. Eran casi las 22:00 h
Los hombres de Otto Gruber, corrían atropelladamente por el aparcamiento del área de servicio. Heinz maldecía y blasfemaba sin parar. Ordenó a Maciej que le entregase las llaves y salieron a la autopista a toda prisa.
A los pocos minutos, ya tenían a la vista el Audi verde que pilotaba Sabine. El Volvo, aunque algo más viejo, estaba equipado con un motor más potente. Aunque eso se compensaba por su mayor peso. Se habían acercado mucho, pero… Esa circunstancia y que Sabine no solo no aflojaba, sino que puso el Audi a prueba exigiéndole todo cuanto podía dar, dificultó a Heinz que pudiera alcanzarles. La persecución parecía que se iba a eternizar, pero… 20 minutos después, Heinz estalló vomitando una retahíla de blasfemias, maldiciones e insultos, dirigidos principalmente al tarado de Maciej. El indicador de combustible se había iluminado y parpadeaba insistentemente. En lugar de seguir las instrucciones de Heinz y llenar el depósito, antes de entrar a cenar, Maciej se entretuvo en una de las tiendas del área de servicio, ojeando revistas porno y comprando cigarrillos. —Ya llenaré luego, debió pensar—
—Heinz: Jodido bastardo, hay que parar a repostar ya. Maldito polaco de mierda. Estás muerto.
Observó los indicadores de información de la autopista y… —De nuevo la eficiencia germánica— vio un poste que indicaba: Nächste Tankstelle: 44 km. (Próxima estación de servicio: a 44 km.)
Heinz bramaba. »Lo que te he dicho. Estás muerto. No llegamos y tendremos que salir de la autopista. Para cuando volvamos ya no habrá remedio. Llamaré a Otto y… te haré responsable. —Dijo, mirando a Maciej—. Otto decidirá qué hacer… también contigo.
El rostro de Otto Gruber mostraba claramente su creciente ira, según escuchaba, al otro lado de la línea telefónica, la voz titubeante de Heinz, explicándole cómo habían perdido la pista de la poseedora de la información que podía hacer caer, como un castillo de naipes, todo el entramado que, secretamente llevaban años preparando para recuperar el poder, que ellos consideraban suyo.
—Encárgate de ese maldito polaco. No quiero verle más por aquí.
»Regresad directamente aquí. Tengo una idea y… un trabajo especial para ti.
El regreso a Hamburgo de Lluís y Sabine, estaba siendo muy lento. Lo de las carreteras secundarias no parecía haber sido una buena idea.
Eran casi las once y apenas si habían avanzado 40 km, desde que abandonaron la autopista. Pararon a descansar en un lugar llamado Steinbach-Sallenberg, cerca del parque forestal de Turingia.
Antes de acostarse, ya habían decidido volver a tomar la autopista. Fue una decisión acertada. Poco podían imaginar lo que les esperaba a su llegada a Hamburgo…
Heinz, que seguía de muy mal humor, acatando las instrucciones del Jefe de Seguridad, consultó el plano y, en la siguiente encrucijada, cambiaría el rumbo hacia el oeste. En Bonn les esperaba un trabajo que no podía retrasarse mucho. Pero… hablando de trabajo… Antes de reincorporarse a la autopista que habían tenido que abandonar para no quedarse tirados en el arcén, Heinz, echando la culpa a la cerveza trasegada, salió de la vía secundaria y se metió por un estrecho camino forestal. Apagó las luces, detuvo el coche y… los tres hombres, como no podía ser de otro modo, iniciaron el ritual de orinar al mismo tiempo. Maciej no podía imaginar que se trataba de su última meada. Heinz, dio un paso atrás y, sin mediar palabra, sacó una pistola con silenciador y disparó a quemarropa en la nuca al tarado de Maciej. Para cuando encontrasen el cadáver ya estarían lejos. Armin ni se inmutó. Intuía que eso iba a pasar, tarde o temprano.
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