lunes, 20 de abril de 2020

Jaque Mate Capítulo XI


Corte transversal del ElbTunnel



CAPÍTULO XI

En Sachsenhausen la situación de Ludwig Himmelfahrt estaba a un paso del desastre. Se había atrevido a llevarle la contraria al comandante del campo de Orianenburg. Hacía varios días que no había vuelto a tener noticias de Anton Kaindl. No pensaba en otra cosa que en el horrible destino que habría aguardado a su mujer e hijo y… al bebé que estaba a punto de nacer. Cerraba los ojos e imaginaba que estaban juntos, pasando las vacaciones de verano en la casa que solían alquilar a tal fin, antes de 1933. El lugar, en un diminuto pueblo de labradores y granjeros, llamado Zell, en el sur de Vorarlberg, a escasos kilómetros de la ciudad medieval de Lindau.
Súbitamente, oyó a los soldados aproximarse hacia su celda. Escuchó el ruido del cerrojo y… —Llegó la hora, pensó—. Quizás había apostado muy alto.
Un suboficial de las SS y dos soldados le conminaron a que saliera de la celda y les acompañase. Tanto los modales como el tono de voz del sargento, le sorprendieron. El trato no era el esperado.
Anton Kaindl estaba sentado en la silla giratoria de su despacho, reclinado hacia atrás y con una especie de fusta con la que daba pequeños golpes en la palma de su mano izquierda. Sobre la mesa, una carpeta marrón con un pequeño rótulo, escrito a máquina. “Greta Himmerfahrt”.

Los soldados dejaron a Ludwig en el despacho de Anton, a solas con él.
—Señor Himmelfahrt, tiene usted mucha suerte. Mi esposa está empeñada en que mis dos hijos se conviertan en buenos músicos. Por otro lado, he de reconocer que ha sido usted muy valiente.
»Tengo buenas y malas noticias. Lamento tener que comunicarle que, desgraciadamente, su esposa y el bebé que esperaba, fallecieron en el parto.
»Tras su apresamiento, Greta no llegó a ser deportada, fue trasladada a un hospital de Berlín y… hubo complicaciones durante el parto. El bebé estaba muerto y su esposa… Si le sirve de consuelo, me han informado que murió mientras estaba anestesiada. No sufrió"

Antes de que el músico pudiera articular palabra, Anton levanto la mano, con la palma hacia Ludwig y prosiguió:
"Más suerte ha habido con su hijo Jakob. Ha sido deportado a Ravensbrück, tan solo a unos kilómetros al norte de aquí. Ya he cursado instrucciones para que sea trasladado inmediatamente a este campo. En un par de días dormirá con usted. Tiene mi palabra de honor."
"Como estamos solos se lo puedo decir: Las noticias que tengo del curso de la guerra indican que esto no va a durar mucho. Los soviéticos avanzan hacia aquí sin demasiada resistencia y… por el sur y el oeste, los Aliados siguen avanzando y han roto el frente en varios puntos.
»Como podrá comprobar, he hecho cuanto estaba en mi mano para cumplir con las condiciones de su trato. Solo espero que usted cumpla con su parte y… cuando todo termine, corresponda con su testimonio ante las autoridades soviéticas, al menos para que respeten a mi familia. Yo asumiré con honor mi destino.
"Mañana, a las 9 de la mañana se le trasladará a mi casa. Se le entregará ropa limpia y una habitación solo para usted y su hijo".

Empezará con las clases intensivas a mis hijos mañana mismo. Sin discusión. ¡Guardias!
Ludwig estaba en estado de shock. Su cabeza bullía con sentimientos y sensaciones contradictorias, luchando entre sí. Su esposa había muerto. Eso era un hecho irreversible que le había herido en lo más profundo de su ser, pero… Jakob, al que casi había dado por muerto, iba a reunirse con él en unas horas. La forma de sincerarse del comandante, su comportamiento y sentido del honor habían dejado atónito a Ludwig.
Después de todo, él y su primogénito iban a sobrevivir. No pudo contener las lágrimas que acudían en tropel a sus marchitos ojos.


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