miércoles, 4 de marzo de 2020

Avance Biografía Pepe Sancho


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Pepe Sancho. Mi hermano Biografías no autorizadas (aún) ni por mí mismo
Mi vida junto a Pape Sancho. De todo un poco (o casi)

Esto, que  no pretende en absoluto, ser un exhaustivo relato de la vida de mi hermano (y, sin embargo amigo) ni de la mía propia, ésta de mucho menor interés para la mayoría de ustedes, potenciales lectores. Solo pretende ser un relato de hechos y vivencias e incluso aventuras que, a lo largo de 60 años, viví junto a Pepe. Momentos muy felices se conjugan con otros tristes, agrios e incluso en ocasiones graves y… hasta aquí, querido lector, emulando al mítico Kiko Ledgard, puedo escribir en este avance o prólogo

CAPÍTULO CERO: EL INICIO DE TODO. PARTE I
(Todo gran incendio comienza con una diminuta chispa)
Apenas despuntaba el alba de un frío y desapacible sábado, 11 de noviembre de 1944, en plena postguerra, cuando la matrona Pacita Segura, (entrañable mañica que trajo al mundo a una ingente cantidad de bebés, de varias generaciones de maniseros) llegó a la casa familiar de Rafael y Matilde, en la calle, llamada entonces (¡Cómo no!) General Sanjurjo, (hoy dedicada al Dr. Gargallo) junto a la oficina de Telégrafos de la ya ciudad de Manises. No sin ciertos problemas, debido a su desmesurado tamaño (4,7 kgs), emergió del vientre de mi madre, gracias sobre todo, a la destreza de Pacita, Pepe, (la chispa que se convertiría en uno de los mejores actores que ha tenido España) el segundo varón de la serie de tres y que finalizaría con la llegada, casi cuatro años después del que esto suscribe. Mi hermana Matilde aún tendría que tardar otros cinco años, es decir, en 1953.
La verdad es que ninguno de nosotros nació “entre algodones”. Desde muy niños, quizá demasiado pronto, tuvimos que espabilar y… sobre todo, tratar de encontrar el camino que, ni siquiera sabíamos que existía camino alguno ni (aún) una meta que perseguir Qué poco podía nadie imaginar el futuro que esperaba a Pepe.
En aquellos años de la interminable posguerra y más interminable aún escasez, incluso de lo más primario: pan blanco, combustible para cocinar, materia prima para alimentar los, también escasos medios a los que teníamos alcance para tratar de mitigar el intenso frío del invierno que, aunque corto, nos “regalaba” unos molestísimos sabañones y nos obligaba a salir a las fábricas de cerámica, a mendigar unos cubos o barreños metálicos llenos de ascuas, extraídas de los vetustos y cuasi medievales hornos o mufles que salpicaban las calles de Manises, mi pueblo y cuyas chimeneas liberaban unas columnas de negro humo, visibles desde muchos kilómetros. Esto motivó que los habitantes de nuestros pueblos vecinos nos aplicaran el mote de fumats.
Este era, para muchas familias de Manises, el sombrío y triste panorama que aguardaba a sus hijos, especialmente los nacidos entre los 40 y los 60. Si, además pertenecías a una de las familias perdedoras de la mal bautizada guerra  civil, la cosa empeoraba considerablemente. Hubo un tiempo, que nunca debió existir y mucho menos permitirse, que el odio y la arbitrariedad, con la que actuaron, algunos ganadores de la guerra,  extendiendo, a modo de castigo y durante años, a los hijos y nietos de los vencidos, la condición de eso, de hijos y nietos de desafectos al Régimen. Eso, que hoy muchos van a considerar exagerado, llevó al extremo de negar, ya entrados los años 60, una beca de estudios a un muchacho de 20 años, por “ser hijo y nieto de rojos”. Así eran en esos sombríos años algunas cosas que nos tocó vivir y que, deberían hacer pensar un poco a muchos de los nostálgicos de aquella época y que ahora pretenden ensalzar, en nombre de La Patria. Los que sufrieron esos tiempos, saben que no exagero ni un ápice.
Con todo lo expuesto hasta ahora, poco podría extrañar que el futuro de muchos de los que crecimos en esas circunstancias, no fuese muy halagüeño y, por ende bastante proclive a que nos convirtiéramos en “carne de peón” como mano de obra casi esclava en la producción de cerámica y con bastantes probabilidades de caer (era, en principio un camino fácil) en la delincuencia. Y eso que la droga aún no había hecho acto de presencia (si casi no había para comer…) en las calles, como sí ocurrió a finales de los 70 e inicio de los 80. El nivel de prioridades estaba cambiando y ya había un mayor poder adquisitivo entre los jóvenes.
Pero… volvamos a noviembre de 1944. Al futuro y celebrado actor, nacido en una modestísima casa del casco antiguo de Manises, le quedaba un largo trecho, erizado de obstáculos hasta llegar a su debut cinematográfico, en la película “Jugando a Morir”, que narraba los inicios del torero Blas Romero El Platanito, en un papel co-protagonista,  junto a Ismael Merlo,  Alicia Hermida y Luis Barbero, que pasó sin pena ni gloria por las carteleras españolas. Su debut teatral en Madrid, la Capital, le llego con la obra OK, del chileno Isaac Chocron, compartiendo cartel y escenario con Ana Mariscal y María Asquerino, en 1969, con apenas 25 años.

PRONTO: II PARTE DEL CAPÍTULO 0

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